Verano 2017. Ahí estábamos, esperando con ansias que dieran las 3:00 pm para poder abordar el autobús y dirigirnos a Porvenir.
He estado en aquél paradero más de 5 veces, y lo que veo cada año permanece. Familias reunidas despidiendo a sus hijos, esperando que regresen cambiados; chic@s emocionad@s por ver a sus amig@s o bien, no falta quien quiera escapar de la rutina o sus problemas.
Llegar a Porvenir es una de las sensaciones más geniales; me atrevo a decir que es como entrar a Narnia. De pronto todo es mágico, a tal grado que el viento, el mar y las palmeras tiene un mensaje de Aslán para ti.
He estado en este lugar más de 10 veranos; lo he visto cambiar. Debo admitir que este año fue muy fuerte observar cómo el edificio ha sido víctima de los años, pero bueno, 50 años no son en vano.
Aún recuerdo el verano de 2004 y las emociones en mi interior. Estar en mi primer campa juvenil; tener 13 años. Temer quedarte sola porque tu hermano es más sociable que tú, y porque en aquellos tiempos llegar a esa edad era todo un reto. Digo, tratar de adaptarse a un equipo donde había puros mayores, o eso me parecía. Estar al nivel en las distintas actividades, y no ser la mascota del equipo.
Estar lejos de casa sin medio alguno de comunicación con tus padres o amigos. En aquellos años no era común ver a alguien con celular en mano mandando whatsapp o transmitiendo en vivo durante la conferencia o momento de la comida.
Las mañanas eran todo un reto. Levantarse y saber que tenías que correr para llegar a tiempo a la calistenia, sino Uli te haría dar vueltas a la cancha por llegar tarde; y por las noches, irse a dormir y trepar hasta el cuarto piso porque tu cabaña o módulo estaba saturado; para mí era divertido, pero no creo que haya sido agradable para las de abajo, sentir la arena caer en sus caras cada que me subía a mi hamaca.
Bañarse era una aventura; si te apresurabas, podías tener un baño con cortina, de esas que cuando te bañas, se pegan a tu piel; y a veces, cuando estabas a punto de lograr terminar en menos de cinco minutos (Sí, así como lees, antes te median el tiempo), se iba el agua, y corrías a sacar agua al pozo o bien, por los de mantenimiento para que encendieran la bomba.
No recuerdo en qué año llegó Kampoxxo, pero recuerdo que llegó a cambiar el concepto de compras y encuentros, ya que un Bevi siempre fue motivo para quedarse “5 minutos más” hablando con tus amigos o bien, con aquella persona especial; esa que ahora le dicen “crush”.
Las clases, siempre fueron interesantes; estar con gente de tu edad compartiendo experiencias o haciendo relajo.
En lo personal, me encantaban las noches en campa, porque siempre había una actividad especial. ¿Cómo olvidar las pasarelas de máscaras o sombreros? ¿Qué decir de la noche de talentos o el globotón? ¿Recuerdan cuando nos hicieron sentir parte de un programa en vivo con el Dr. Cerebro y su “minuto para ganar”? ¿Recuerdan la emoción de la noche de gala, cuando cada equipo decoraba su espacio y tenías chance se invitar a la persona especial a cenar juntos? ¿Alguien recuerda cuando había conciertos? Pero, creo que nada supera la fogata… esa noche en la que junto al fuego se compartían las experiencias de vida, los testimonios de cómo Dios había obrado en nuestras vidas. Estar ahí, en el mar, ver el fuego y perder tu mirada en él… o bien, alzar la vista y observar las miles de estrellas y sentirse súper pequeño… pensar en alguien infinito.
¿Sigo? ¿Recuerdas cuando llegabas al campa con una libreta para que al final te acercaras y pidieras que te escribieran “un recuerdo”? Nada como leer “Me caes bien. Eres genial. Vales mil, nunca cambies” Si le echabas ganas, podías conseguir no sólo el recuerdo de “tu crush” sino, que te diera su dirección, su celular para mandar mensajes (Sí, esos que costaban $1.00) y su Messenger, para poder enviarle un zumbido o ver qué estaba escuchando.
Aquellos años eran maravillosos; quizá si eres de la nueva generación te estás preguntando cómo sobrevivimos ante tal adversidad; o tal vez, cuestionas si alguien pudo ver de nuevo a su “crush” o a su “beff@”… Bueno, aunque parezca increíble, sí. La respuesta es que a pesar de tener tantas “carencias”, muchas amistades que nacieron en campamento, aún se conservan; otras dejaron de ser amistades y se convirtieron en matrimonios.
Bueno, hasta aquí un recuento de los tiempos mozos en campa pero, sabemos que el tiempo avanza, y muchas generaciones vienen tras de nosotros. Las cosas cambian, las personas, los lugares, las situaciones, todo.
Verano #13 (2017) Ahí estaba, viendo cómo llegaban los camperos y sus familias. Con listas de aquellos que se registraron por internet, cosa que agilizó el abordaje de los vehículos.
Padres de familia dando recomendaciones y pidiendo que “cualquier cosa, avisen por whatsapp”; en mis tiempo, mis papás tenían que confiar en que Dios me cuidaba y que regresaría con bien a Campeche.
Una vez en los vehículos, cada uno se encerró en su cápsula. Es como si el celular pasara de ser un accesorio, a ellos ser una extensión del celular. Cada uno sacó su celular y supongo que postearon en Facebook: “Rumbo a #Porvenir” (Debo admitir que también lo hice).
Mientras estábamos en camino, para ventaja del chofer; no habían gritos o risas, cada uno en su burbuja, y creo que no fuimos capaces de entablar una relación Face to Face. Digo, ahí estaba, sentada junto a un chico que también venia de Campeche, y no fui capaz de interrumpir su música para saludarle o por lo menos, hacer una amistad nueva.
Al llegar a campa, los celulares salieron y se conectaron con familiares y amigos, todo para informar que ya estaban en el campa.
Las mesas de inscripción eran distintas; ya que muchos se habían inscrito de forma electrónica ¡Qué bendición y ahorro de tiempo! En mis tiempos tenías que llenar los formularios a mano, y hacer fila para pagar en campa.
Antes, cuando llegabas a la cabaña o módulo, corrías para estar cerca de la ventana o un block para poner tus cosas; ahora, uno corre para estar cerca de un contacto y poder cargar el celular.
El tiempo de baño es distinto; ya no escuchas los gritos de las capitanas “5 MINUTOS”, ni ves a las camperas preocupadas por ahorrar agua, o por las que no se han bañado.
Al llegar al módulo, es poco común ver a los chicos entablar una conversación Face to Face; prefieren agregarte a Face y mandarte inbox, aunque estés junto a ellos.
El tiempo de comida… Ya no se escuchan las mesas de metal ni el ritual “Esta es la mesa 1, ¿dónde está la mesa 3?” Tampoco te emocionas porque te ha llegado un recadito en la “caja de recados” o, enviar saludos o pedir una canción a “la estación de radio”. ¡Sí chicos! De lo que se perdieron.
La pista es menos densa, y muchos chicos se niegan a pasarla. Los deportes eran más extremos, y los circuito playa, ¡ala onda! (dirían los tabas) no podías evitar tragar arena.
El tiempo de mar, se ha reducido a un tiempo para tomarse selfies en la playa, o jugar con tus amigos. Antes podías ver a las tortugas nadar junto a ti, ser un jugador experimentado de Voli o bien, un corredor de alto rendimiento, todo para evitar que te empanizaran. Ya no existen los rituales de iniciación de capitanes o camperos.
El tiempo de estudio compite con el tiempo de chat; muchos pueden estar físicamente en la clase pero, no mentalmente, ya que la tecnología y el acceso al internet, permite que estés conectado con cualquier persona del otro lado del mundo.
Estamos en la era digital, y aunque los millenials imperamos, tras de nosotros vienen generaciones sumamente despiertos y exigentes de conocimiento y experiencias para poder creer.
Estando en campa, pude notar que en el discurso de los chicos, al preguntarles qué esperaban del campa, muchos señalaron que “querían conectarse con Dios” ¡Sí! ¡Conectarse! Pero ahí seguíamos, ignorando su voz en cada despertar, con la arena, el mar, las palmeras, la luna, sol y estrellas.
Estábamos más concentrados en tener recepción de whatsapp que en saber qué quería Dios de nosotros pero, me sorprende que, a pesar de los años y las generaciones… algo sigue constante en el campamento. Dios.
El posmodernismo de verdad que ha impactado nuestras vidas; muchos se han cuestionado si Dios existe; otros se preguntan cómo la Biblia puede ser una guía de vida cuando fue escrita hace miles de años; incluso, entre las ideologías sobresale que esto del cristianismo, es algo obsoleto, arcaico, pasado de moda. A pesar de todo esto, estoy convencida de que tanto Dios como su palabra siguen siendo vigentes en nuestra actualidad.
A pesar del contraste de realidades entre una y otra generación, estoy completamente segura que, como diría Salomón: “No existe nada nuevo debajo del sol”, y por lo tanto, las problemáticas son las mismas, y… la solución igual. Todo apuntala a alguien: Dios.
Este verano ha sido sumamente genial, y es que ahí estaba ÉL; recordándonos que a pesar de los años, Él permanece fiel.
Podrá deteriorarse el edificio central, pero su amor por nosotros jamás. Podremos olvidar las promesas del verano pasado, pero Él nunca. Podemos estar metidos en miles de rollos extraños, o incluso dudar de su existencia, pero, Él sigue esperando el momento para hablar a nuestros corazones.
Creo que lo que pasó este verano es prueba de que a pesar de los años y las generaciones; el campamento Porvenir sigue siendo SUYO.
Tenía años que no veía tantas mesas a la hora de comer; años sin estar en el segundo piso del módulo; veranos sin ver compañeros de batalla, hablo de otros veteranos. Años viendo a varios líderes, y que esta vez estuvieron ausentes… pero, aunque se sintió su ausencia… debo señalar, que Dios sin duda alguna uso el tema “Nueva generación”, para llamar a los integrantes del equipo a tomar nuevos retos y responsabilidades.
Ahí estaban algunos capitanes que habían estado ocultos en mantenimiento; habían líderes de alabanza que habían salido de su zona de confort y enfrentando el pánico escénico. Vi capitanes convirtiéndose en consejeros; atreviéndose a dejar a un lado sus temores, y tomar sus responsabilidades.
Vi generaciones de camperos veteranos converger en un solo lugar, y compartiendo sus luchas diarias.
Vi nuevas generaciones con ganas de aprender, y regresar a tan amado lugar.
Fui testigo de cómo Dios quebrantaba los corazones de cada uno, y nos hacía regresar a Él. Y es que Él nunca se desconectó, quizá nosotros lo bloqueamos.
Ahí estaba; en cada noche durante los círculos de la amistad. Realmente ha sido épico el que te manden a dormir sin cenar, y que de pronto, toque a la puerta el repartidor de tortas.
Fue sumamente hermoso que cada noche, a pesar del día agotador, siempre había un tema a tratar. Tener tiempo para compartir las luchas diarias, y sentirte en casa, y no como un número más. Absolutamente, Ahí estaba.
Muchos hemos experimentado de éstos veranos hermosos, pero, que no se quede en una experiencia más. Pasemos de las ideas a las acciones; y es que, si veniste a Porvenir y escuchaste, pero al salir sigues siendo el mismo… #FallasteComoCampero
Mi deseo es que, hoy a casi tres semanas de la #DepresiónPostKampa, te hagas dos preguntas:
Tú, veterano, ¿qué estás haciendo o enseñando a las nuevas generaciones?
¡Y tú Novato!… ¿Estás listo para enfrentar el reto y hacer algo por tu generación?
Ebenezer, «El Señor no ha dejado de ayudarnos».
1 Samuel 7:12
Con amor,
Zib
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